miércoles, 22 de mayo de 2013

La ley del Mennón


La secta de los menonitas es un desprendimiento de sus antecesores, los Anabautistas, quienes se separaron de las iglesias luteranas y reformadas en Holanda y Suiza durante el siglo XVI. Fue un sacerdote católico holandés con doce años de ministerio, Menno Simons, quien le dio nombre a su movimiento. En 1543 se une a la secta de los Anabautistas, la modifica, la reorganiza y da origen a los llamados Menonitas.

La "ley del menón", regula el cumplimiento de la doctrina y los modos de vida propios de esta secta.

Su aprendizaje se centrará en el estudio de la Biblia y aritmética básica. "Los menonitas estudiamos lo justito para hacer la vida en la granja. Si los jóvenes saben mucho, igual quieren marcharse". En estas sociedades patriarcales, los varones están destinados a ocupar todos los cargos dirigentes. Sus cánticos parecen hasta esperpénticos al escucharlos, desafinados y por supuesto ininteligibles. Como libro, solamente la Biblia, el resto de materias no merecen suficiente atención como para tener libros y se conforman con lo más básico e indispensable para poder comunicarse y vivir.

No venderán sus tierras a nadie que no sea de su propia secta y los títulos de propiedad los guarda el Jefe, que es quien supervisa al final todas las operaciones. Como los miembros de esta secta se casan siempre entre ellos por reglamento, es frecuente que muchos nazcan con malformaciones genéticas. El bautismo nunca debe hacerse a los recién nacidos, porque consideran que este sacramento sólo debe practicarse cuando la persona libremente lo solicita, luego de haberlo considerado en conciencia como necesario.

Rechazan el concepto de nación, por eso viven aislados de la comunidad, generalmente en medio del campo. También se oponen a la guerra y al servicio militar.

La agricultura es su principal modo de subsistencia. Se trabaja para la comunidad y los frutos de esa labor se reparten entre todos los miembros, por lo que nunca le falta a nadie ni alimento ni vestido. Está prohibido acumular riquezas. Cualquier excedente de producción se debe utilizar siempre para producir más y los sobrantes de esa producción, si no se consumen en la comunidad, son vendidos al exterior.

Los menonitas consideran a los elementos de la modernidad como incompatibles con su doctrina;  por ello practican una vida sencilla y apegada a tradiciones antiguas. En la mayoría de las comunidades no está permitido el uso de la electricidad, el teléfono y los automóviles y mucho menos internet. Se trasladan en antiguos carruajes tirados por caballos y las compras en los almacenes-tienda, las realiza el hombre, mientras la mujer se limita a esperar en el carruaje.

No han oído hablar de personajes como Michael Jackson, Madonna, Messi o Maradona. Ni siquiera los más jóvenes. "La música también está prohibida", proclama Peter Groening, uno de los ministros de la colonia Nueva Esperanza en Bolivia. "Aturde el espíritu, lo mismo que el alcohol. Es más peligroso en los jóvenes, que sienten curiosidad por todo. A veces hemos tenido problemas con drogas. Eso es mucho más grave".

Según la "ley del menón", no pueden acudir a espectáculos públicos como el cine y el teatro, ni pueden cantar ni bailar fuera de la iglesia. Tampoco pueden practicar deportes porque se los considera una manifestación de violencia. Evitar el progreso es una de las características de los menonitas. Sin teléfono, ni televisión, ni Internet, se mantienen desconectados del mundo, "fuente de tentaciones".

En el reportaje que realiza Adela Ucar de 21 días, se proyecta la forma de vida de los menonitas, convive durante 21 días con una familia de menonitas cuyo hiijo pequeño que tiene 3 años sufre parálisis cerebral, el problema del menor convive con la falta de tecnologías sanitarias y de cualquier tipo ya que ni siquiera disponen de luz eléctrica.

Incito con este caso al debate que se suscita entre Bienestar y Autonomía. ¿Debería el Estado permitir que un menor con parálisis cerebral viva en esas condiciones que pueden agravar su enfermedad por las creencias religiosas de sus padres? o por el contrario ¿es lícito que los padres antepongan sus creencias al bienestar de su hijo enfermo?

Nerea Callens Barquero 


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