La secta de los menonitas es un desprendimiento
de sus antecesores, los Anabautistas, quienes se separaron de las iglesias
luteranas y reformadas en Holanda y Suiza durante el siglo XVI. Fue un
sacerdote católico holandés con doce años de ministerio, Menno Simons, quien le
dio nombre a su movimiento. En 1543 se une a la secta de los Anabautistas, la
modifica, la reorganiza y da origen a los llamados Menonitas.
La "ley del menón", regula el
cumplimiento de la doctrina y los modos de vida propios de esta secta.
Su aprendizaje se centrará en el estudio de la
Biblia y aritmética básica. "Los menonitas estudiamos lo justito para
hacer la vida en la granja. Si los jóvenes saben mucho, igual quieren
marcharse". En estas sociedades patriarcales, los varones están destinados
a ocupar todos los cargos dirigentes. Sus cánticos parecen hasta esperpénticos
al escucharlos, desafinados y por supuesto ininteligibles. Como libro,
solamente la Biblia, el resto de materias no merecen suficiente atención como
para tener libros y se conforman con lo más básico e indispensable para poder
comunicarse y vivir.
No venderán sus tierras a nadie que no sea de su
propia secta y los títulos de propiedad los guarda el Jefe, que es quien
supervisa al final todas las operaciones. Como los miembros de esta secta se
casan siempre entre ellos por reglamento, es frecuente que muchos nazcan con
malformaciones genéticas. El bautismo nunca debe hacerse a los recién nacidos,
porque consideran que este sacramento sólo debe practicarse cuando la persona
libremente lo solicita, luego de haberlo considerado en conciencia como
necesario.
Rechazan el concepto de nación, por eso viven
aislados de la comunidad, generalmente en medio del campo. También se oponen a
la guerra y al servicio militar.
La agricultura es su principal modo de
subsistencia. Se trabaja para la comunidad y los frutos de esa labor se
reparten entre todos los miembros, por lo que nunca le falta a nadie ni
alimento ni vestido. Está prohibido acumular riquezas. Cualquier excedente de
producción se debe utilizar siempre para producir más y los sobrantes de esa
producción, si no se consumen en la comunidad, son vendidos al exterior.
Los menonitas consideran a los elementos de la modernidad como
incompatibles con su doctrina; por ello practican una vida sencilla y
apegada a tradiciones antiguas. En la mayoría de las comunidades no está
permitido el uso de la electricidad, el teléfono y los automóviles y mucho
menos internet. Se trasladan en antiguos carruajes tirados por caballos y las
compras en los almacenes-tienda, las realiza el hombre, mientras la mujer se
limita a esperar en el carruaje.
No han oído hablar de personajes como Michael
Jackson, Madonna, Messi o Maradona. Ni siquiera los más jóvenes. "La
música también está prohibida", proclama Peter Groening, uno de los
ministros de la colonia Nueva Esperanza en Bolivia. "Aturde el espíritu,
lo mismo que el alcohol. Es más peligroso en los jóvenes, que sienten
curiosidad por todo. A veces hemos tenido problemas con drogas. Eso es mucho
más grave".
Según la "ley del menón", no pueden acudir a espectáculos
públicos como el cine y el teatro, ni pueden cantar ni bailar fuera de la
iglesia. Tampoco pueden practicar deportes porque se los considera una
manifestación de violencia. Evitar el progreso es una de las características de
los menonitas. Sin teléfono, ni televisión, ni Internet, se mantienen
desconectados del mundo, "fuente de tentaciones".
En el reportaje que realiza Adela Ucar de 21
días, se proyecta la forma de vida de los menonitas, convive durante 21 días
con una familia de menonitas cuyo hiijo pequeño que tiene 3 años sufre
parálisis cerebral, el problema del menor convive con la falta de tecnologías
sanitarias y de cualquier tipo ya que ni siquiera disponen de luz eléctrica.
Incito con este caso al debate que se suscita
entre Bienestar y Autonomía. ¿Debería el Estado permitir que un menor con
parálisis cerebral viva en esas condiciones que pueden agravar su enfermedad
por las creencias religiosas de sus padres? o por el contrario ¿es lícito que
los padres antepongan sus creencias al bienestar de su hijo enfermo?
Nerea Callens Barquero
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